lunes, 30 de julio de 2007




Estaba la pequeña mosca volando felizmente tras 2 días de estrenar sus alas. Se creía ya dueña de todo lo que sus ojos alcanzaban a ver, pues orgullosa estaba de ser la primera en abandonar a sus hermanas y volar lejos del hermoso hogar que les vio nacer. Claro que otros no le hubieran considerado ese excremento tan húmedo como la mejor cuna, pero la mosca no hubiera podido imaginar uno mejor. Así pues, ágil y graciosa volaba buscando algún animal recién muerto o algún desperdicio humano donde encontrar suculentos manjares; en su camino encontró muchas posibles parejas para copular, y así lo hizo, siempre que tuvo la oportunidad. La vida de una mosca puede ser difícil, dicen algunos, pero nunca les hemos escuchado quejarse